La escalera

Pues, efectivamente, me subí a una escalera para hacer un agujero con el taladro, con la finalidad de colgar una maceta en mi jardín. Lo que no sabía era que la bajada iba a ser tan rápida, precipitada y sorprendente. Literalmente me “di en la maceta”, con la cabeza. Y aquí me tienes con los límites propios de una extraordinaria caída.

Y es que la vida no avisa de los cambios que va teniendo, a pesar de que nos empeñamos en programar y reprogramar, en poner agendas apretadas, en correr deprisa de un lado a otro, sin conciencia de que respiramos, de que la vida a nuestro alrededor es hermosa, colorida, de que los demás existen, de que hay todo un movimiento constante y sutil que es mucho más importante que el trajín del hacer.

Hoy escribo desde mi cama, con la escena del desastre al otro lado del cristal y de fondo el jardín, con la música de las aves que raramente aprecio, y con una pausa obligada y rica a la vez.

Ahora me pongo de pie, pues con los dolores es así, no estás bien de ninguna manera, pero le vas encontrando el truquillo y te acomodas, mientras el pensamiento corre veloz de la escena de la caída a la suerte que no fue más grave, de ¿Por qué me caí? a ¿Qué me dice hoy la vida con esta caída?, ¿Qué no quiero abordar para que tenga que caerme y parar? ¿A qué me resisto? ¿Algo que cambiar de dirección o enfoque? ¿Algo que aprender del golpe, de la estancia, de la compañía…?

Sintiendo el cuerpo que habla, que grita con más energía a través de estas molestias. Tomando conciencia de que la vida nos muestra constantemente su rostro y su vaivén, de que no es lo de fuera lo que causa el accidente, sino lo que estoy viviendo por dentro, que no quiero reconocer o afrontar. Con todas estas emociones a flor de piel y con la clara decisión de “dejar estar” el dolor en mí, para dejarlo ir, ya cuando haya realizado su trabajo de conciencia, vuelvo a mi respiración, esa gran maestra que jamás me abandona, que va siempre conmigo, la perciba o no, que me acompaña desde el primer instante de mi existencia en este cuerpo, hasta la última exhalación. Esa maestra respiración, que me recuerda que es ahora, que es presente, que es este momento, que no hay más.

Hoy querido amigo lector, querida amiga, que encontraste mi blog, no por casualidad, sino porque nos tocaba coincidir, desde este compartir simple y profundo te manifiesto mi gratitud, por dedicar estos minutos a mirarte en el espejo, en esta ocasión en mi escalera, no en la que me subí ayer, sino en la que me acompaña en cada instante.

Y si quieres compartir tus subidas y bajadas, si te interesa concientizar y ver más a fondo, si quieres pasar de esa racionalidad explicativa que constantemente nos distrae de nosotros, a sentir tus emociones, a estar atento a “lo que pasa dentro”, escribe y con gusto compartimos de SER a SER.

Con mi cariño de siempre: José Luis

1 Comentario

  1. Yo también tuve un incidente me pegué con la punta de un mueble y me abrí la cabeza y me hiciste pensar que me quiere decir el Universo?

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