La Ciudad de México realmente es única. La belleza es la gente, los diálogos, las personas abiertas que comparten, que viven día a día entre el ruido, el asfalto, el tráfico, el amontonamiento… y no pierden la esperanza de una vida compartida y mejor. Cuando se retiran y encuentran entre la naturaleza se cumple el sueño.
En esta ocasión Amecameca, este pueblo del Estado de México, nos da la bienvenida con su frondoso bosque, su neblina, la llovizna que nos refresca y el frío de la noche que nos recuerda el cambio constante de clima exterior e interior.
Puntuales, decididos a APREHENDER, abiertos y espontáneos para hablar y callar, para participar y meditar, en fin, para CRECER EN CONCIENCIA. Ellos llegan de la CDMX, nosotros, Iliana y yo de Querétaro, todos como una gran comunidad decididos a aprender mutuamente unos de otros y todos de la naturaleza.


Educar adolescentes y jóvenes hoy, es una tarea difícil, o un empreño simple y consciente, pero con esfuerzo, o un arte que se compone de talento y disciplina, o una decisión de convertir el potencial de cada persona y del equipo en habilidad para existir con calidad y resultados. Depende de la visión y el enfoque de cada persona, de cada pequeño equipo y del conjunto de docentes, directivos, administradores y el resto de personal, para crear el ambiente adecuado en el que cada uno saque su mejor versión. Al fin y al cabo, eso es educar: lograr el ambiente donde cada uno se sienta libre de sacar lo mejor de él mismo.




Soy testigo de la MISIÓN, del empeño por educar con calidad y calidez, con firmeza y amabilidad al alumno, a la madre y al padre, al compañero, a uno mismo. Descubro en la intención de cada persona el deseo de buena comunicación, de ayuda mutua, de retroalimentación, de hacer equipo, no como mero cumplimiento (cumplo y miento) sino con la conciencia de que cuanto más nos acercamos a nosotros mismos, más conectamos con el interior y ese nos une a todos. Ser interdependientes no es una bonita palabra que está de moda, es una realidad y cuanto antes la descubramos y nos convenzamos de ella mejor para nosotros.
Mirarnos, tocarnos al saludarnos, interactuar construyendo algo juntos, observar los movimientos, escuchar las carcajadas o las quejas…, son algunas ventajas de lo presencial. En este ambiente de silencio, donde la naturaleza grita. Tan cerca y tan lejos de la ciudad, encontrarnos fue un placer.


Descubrí un equipo joven y con ganas de aprender, colaborar, enseñar y crecer juntos. Me di cuenta de lo valioso de hacer pausas para el encuentro, y de que no es un asunto exclusivo de la mente, sino además del corazón, del cuerpo, y del espíritu, mezclados, intercalados, entrelazados, para lograr que las PAUSAS, sean nutricias, y que el contacto nos amalgame y estimule.




Reflexionar, trabajar en equipo, meditar, hablar y escuchar, son algunas de las actividades realizadas. Y el resultado sin duda se tiene que reflejar en la acción de cada día.



Un equipo con esta afinación, sin duda servirá de guía, modelo y espejo a los chicos y chicas de la prepa para que ellos a su vez, tomen las mejores decisiones, se metan, prometan y comprometan a su propia vida para vivir una existencia con sentido.
Terminamos contentos y esperanzadas, con la convicción de que somos un gran equipo, y de que hacer pausas para descubrirlo, valorarlo, gozarlo y expresarlo es maravilloso.
Yo lo relato, lo escribo, y lo más hermoso es que pudimos Iliana y yo entrelazarnos para crear y vivir juntos la experiencia.
¡GRACIAS EQUIPO PREPA ANAHUAC OXFORD CDMX!
Iliana Patricia Noriega Ruelas – José Luis Gómez Campos