Experiencia presencial. Instituto Santiago. San Juan del Río

La labor docente es por excelencia loable. Exponerse ante niños, adolescentes o jóvenes, sabiendo que de nosotros absorben como esponjas la esencia de la vida, es un reto y una responsabilidad invaluable. Por ello “quien se atreve a enseñar, no puede dejar de aprender”, y quien educa se educa constantemente.

En esta ocasión Amealco, este pueblo del Estado de Querétaro, mágico y con unos alrededores llenos de majestuosidad de la naturaleza, nos da la bienvenida con su frondoso bosque, su silencio, su clima exterior que nos conduce a nuestro interior.

Puntuales, decididos a APREHENDER, abiertos y espontáneos para hablar y callar, para participar y meditar, en fin, para CRECER EN CONCIENCIA. Ellos llegan de San Juan del Río,  yo de Querétaro, todos como una gran comunidad decididos a aprender mutuamente unos de otros y todos de la naturaleza.

Educar niños, adolescentes y jóvenes hoy, es una tarea difícil, o un empreño simple y consciente, pero con esfuerzo, o un arte que se compone de talento y disciplina, o una decisión de convertir el potencial de cada persona y del equipo en habilidad para existir con calidad y resultados. Depende de la visión y el enfoque de cada persona, de cada pequeño equipo y del conjunto de docentes, directivos, administradores y el resto de personal, para crear el ambiente adecuado en el que cada uno saque su mejor versión. Al fin y al cabo, eso es educar: lograr el ambiente donde cada uno se sienta libre de sacar lo mejor de él mismo.

Soy testigo de la MISIÓN, del empeño por educar con calidad y calidez, con firmeza y amabilidad al alumno, a la madre y al padre, al compañero, a uno mismo. Descubro en la intención de cada persona el deseo de buena comunicación, de ayuda mutua, de retroalimentación, de hacer equipo, no como mero cumplimiento (cumplo y miento) sino con la conciencia de que cuanto más nos acercamos a nosotros mismos, más conectamos con el interior y ese nos une a todos. Ser interdependientes no es una bonita palabra que está de moda, es una realidad y cuanto antes la descubramos y nos convenzamos de ella mejor para nosotros.

Mirarnos, tocarnos al saludarnos, interactuar construyendo algo juntos, observar los movimientos, escuchar las carcajadas o las quejas…, son algunas ventajas de lo presencial. En este ambiente de silencio, donde la naturaleza grita. Tan cerca y tan lejos de la ciudad, encontrarnos fue un placer.

Descubrí un equipo joven y con ganas de aprender, colaborar, enseñar y crecer juntos. Me di cuenta de lo valioso de hacer pausas para el encuentro, y de que no es un asunto exclusivo de la mente, sino además del corazón, del cuerpo, y del espíritu, mezclados, intercalados, entrelazados, para lograr que las PAUSAS, sean nutricias, y que el contacto nos amalgame y estimule.

Reflexionar, trabajar en equipo, meditar, hablar y escuchar, son algunas de las actividades realizadas. Y el resultado sin duda se tiene que reflejar en la acción de cada día.

Un equipo con esta afinación, sin duda servirá de guía, modelo y espejo a los chicos y chicas desde la primaria hasta la prepa para que ellos a su vez, tomen las mejores decisiones, se metan, prometan y comprometan a su propia vida para vivir una existencia con sentido.

Terminamos contentos y esperanzadas, con la convicción de que somos un gran equipo, y de que hacer pausas para descubrirlo, valorarlo, gozarlo y expresarlo es maravilloso. Gracias a las autoridades, directivos y líderes por tener esta visión de educar a sus equipos para que ellos eduquen a toda la comunidad.

¡GRACIAS EQUIPO DEL INSTITUTO SANTIAGO DE SAN JUAN DEL RÍO!

José Luis Gómez Campos

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